lunes, 19 de octubre de 2009

Últimas palabras de la Resistencia

Un libro recoge 500 cartas que los fusilados entre 1941 y 1944 enviaron a sus familiares antes de morir por defender una Francia libre de la ocupación nazi.

PEIO H. RIAÑO - MADRID - 16/10/2009 08:20

Félix Cadras no fue autorizado a escribir su última carta antes de ser fusilado el 30 de mayo de 1942, para despedirse de sus seres queridos. Sin embargo, garabateó unas notas y mensajes en un pañuelo que se encontró en el dobladillo del abrigo que cubría su cadáver en el monte de Valèrien, junto a los cuerpos de otros tres rehenes. Félix Cadras fue torturado por turnos por la Policía francesa y por la Gestapo, sin conseguir una sola palabra de más. El final de sus notas dice: "Nos han cogido hasta vuestras cartas, vuestras fotos. Nunca olvidéis", y subraya esto último.

Félix Cadras se afilió a la Juventud Comunista en 1924 y al Partido Comunista en 1932. Fue movilizado en septiembre de 1939 como suboficial de artillería y, después de la debacle frente al Ejército nazi y el repliegue de su unidad, pasa a la clandestinidad. Una vez regresa a París en 1941 juega un papel fundamental en todos los frentes contra el régimen de Vichy: puesta en marcha de un equipo técnico de impresión y difusión, organización desde la base del movimiento social y el nacimiento del Frente Nacional de Lucha por la Libertad y la Independencia de Francia. Sobre el pañuelo deja escrito a su familia "podéis estar orgullosos de mí. No he faltado a mis ideales, a nuestra causa. Decídselo a nuestros amigos tan queridos. Os quiero con todo mi corazón". El pañuelo fue enviado en 1950 a Maurice Thorez, su compañera, por su 50 cumpleaños.

Estas misivas «exaltan el canto al amor, a la amistad y a la fraternidad»

La historia de Félix Cadras es una de las 500 que se reúnen en el libro Vivir a muerte. Últimas cartas de fusilados. Francia 1941-1944, que publicará la editorial Barril & Barral en una semana, bajo la traducción de Dánae Barral. Escritas por 350 condenados, la mayoría desconocidos, han sido recopiladas de cerca de 13 museos y centros de archivo, así como algunos particulares. Son las últimas palabras de la Resistencia y de los resistentes al sometimiento durante la ocupación nazi de París. Guy Krivopissko, profesor de Historia, conservador del Museo de la Resistencia Nacional, apunta en la presentación del libro que estas cartas "exaltan hasta el infinito el canto al amor, a la amistad y a la fraternidad".

Contra el olvido

Pero es la necesidad de recordar lo que mueve a las familias de estos fusilados a saltarse la prohibición de divulgar las cartas por parte de las autoridades militares alemanas y las autoridades civiles francesas, lo que hace tan valioso este libro de memorias. Lejos de obedecer, la mayor parte de las familias de los asesinados encuentran canales para difundir el último mensaje recibido. "Las cartas se leen dentro del círculo familiar y de amistades", como indica Krivo-pissko. Se copian y se pasan de unos a otros.

"Vale más perder la vida que las razones de vivir", escribe uno de ellos

Estas cartas de adiós nunca habían sido publicadas bajo la forma de esta recopilación, pero son esenciales para entender la historia de la Resistencia francesa y de sus actores. En la mayoría de los casos, todos los ejecutados son acusados o sospechosos de llevar a cabo atentados contra los intereses de Alemania, de oponerse a la Revolución Nacional y a la política colaboracionista de Vichy. Los alemanes los fusilaban, los franceses los guillotinaban.

En los años de estas cartas lo fundamental para los alemanes, para Vichy y para los comunistas era la opinión pública francesa. Unos quieren silenciar las ejecuciones para no convertir al ocupante en odioso frente a la población; los otros, necesitan dar a conocer los hechos para alentar al pueblo contra la represión.

"La muerte no me impresiona nada. Sabía desde siempre que la lucha exigía sacrificios y los asumí todos sin vacilar. Vale más perder la vida que las razones de vivir. La liberación de nuestra Francia y la emancipación de los trabajadores han sido mis razones de vivir. Muero por ellas con la certeza de nuestra próxima victoria. ¡Ánimo! Entrego a los pequeños al pueblo de Francia. Les dejo un apellido y un ejemplo honorables", escribió Robert Beck, antes de morir el 5 de febrero de 1943.

En todas se repite el honor y el compromiso. El orgullo y el deber es lo que les mueve a explicar a los supervivientes por qué han muerto y lo que les hace sudar en algunos casos una serenidad espeluznante: "Muero víctima de mis ideales y eso convierte los últimos momentos en instantes tranquilos". Otros escriben sin rencor, desde el pensamiento frío, con la distancia suficiente como para perdonar: "Son los franceses los que me entregan, pero yo grito: ¡Viva Francia!; los alemanes quienes me ejecutan, y yo grito: "¡Viva el pueblo alemán y la Alemania de mañana!". Lo más sorprendente del autor de este último escrito es que tiene 21 años cuando es asesinado.

"Siempre soñé, mira tú por dónde, morir de pie, un día en el que el sol brillaría"

Y por supuesto, la emoción. "Siempre soñé, mira tú por dónde, morir de pie, un día en el que el sol brillaría. Los hombres mueren, pero ella, la vida, permanece siempre triunfante, se burla de nuestra pequeña vida", cuenta otro veinteañero a su familia, henchido de orgullo. Unas líneas antes reflexiona sobre sí mismo: "Desde que estoy aquí, he pensado mucho en mí. Me he dado cuenta de que, a pesar de mis defectos, y tengo bastantes, no estoy tan mal hecho y que podría haber sido un hombre aceptable. Sé mejor que nadie lo cobarde y vil que soy y [fragmento censurado]".

En la misma carta reconoce que "hubiera estado muy bien vivir, amar", pero le reconforta el día, hace sol y está contento. "En realidad, somos unos niños, nunca pretendimos ser héroes, no se nos puede exigir demasiado", su nombre es Fernand Zalkinov y participó en numerosas acciones de sabotaje contra instalaciones de la Wehrmacht. Meses más tarde de su fusilamiento, su padre, su madre, sus dos hermanas, su tío, su tía y su yerno fueron deportados a Auschwitz y gaseados.

Nervios templados

Los condenados a muerte pasan sus últimos días en los campos y en las cárceles, esperando la noticia, la gracia, un tiro. Resisten como pueden también dentro, pero entre el anuncio y la ejecución apenas hay unas horas. Sólo pueden redactar tres mensajes de despedida como máximo cada uno. Se les describe apoyados sobre una rodilla, en un rincón de una mesa o en la tapa de una cuba, en un barracón o en una celda, bajo la mirada de los otros. Concentrados en sus últimas palabras, en sus escritos postreros. Paradójicamente, a pesar de haber recibido la mala noticia, pocas de estas 500 cartas tienen un discurso atribulado y sin sentido.

"Cuando recibas esta carta, ya no tendrás hermano, habré sido fusilado"

Son discursos bien construidos, como si los autores tuvieran todo el tiempo que necesitaran para reflexionar y repasar su vida con tranquilidad, a pesar de la premura de los preparativos de la muerte. Estas confesiones políticas y filosóficas son auténticos testamentos, actas notariales ("La maleta en la que os llegarán mis cosas es la de un compañero que va a terminar su vida conmigo, ¿podríais mandarla a su casa?") y ordenan la sucesión de los bienes del ejecutado.

"Cuando recibas esta carta, ya no tendrás hermano, habré sido fusilado", escribe Arthur a las dos de la madrugada con "ganas de charlar un poco", sin saber que esa despedida retumbaría 68 años después.

Fuente: publico.es

jueves, 1 de octubre de 2009

Los republicanos saldrán del Valle de los Caídos


El Gobierno se compromete a financiar la exhumación de los restos enterrados junto a Franco sin el consentimiento de sus familias. Miles de cadáveres fueron robados para rellenar nichos.

DIEGO BARCALA - Madrid - 30/09/2009 19:25

El profesor Joan Pinyol ve desde hoy más cerca su deseo de pisar "una única vez" el Valle de los Caídos. Será cuando vaya a recoger los restos de su abuelo, el soldado republicano Joan Colom, robados por el Gobierno franquista en Lleida, en 1965, para rellenar los columbarios que rodean las tumbas de los golpistas Francisco Francoy José Antonio Primo de Rivera.

El Gobierno aceptó hoy buscar, identificar y pagar las exhumaciones de aquellas víctimas del franquismo cuyos restos reposen en el valle de Cuelgamuros sin el consentimiento de sus familias, tal y como aprobó el Congreso.

La propuesta partió de los diputados Joan Herrera (ICV) y Uxue Barkos (Nafarroa Bai). De forma imprevista, el PSOE apoyó la idea. Fue gracias al compromiso del Ministerio de Presidencia de entregar subvenciones, en el marco de la Ley de la Memoria Histórica, para hacer exhumaciones en el Valle de los Caídos. Fuentes de la vicepresidencia del Gobierno reconocieron el valor "particular" de los robos de cuerpos que "no fueron recogidos en la redacción de la ley".

El PP rechaza la devolución

El PP rechazó la devolución a las familias porque considera que el Valle de los Caídos debe regirse "como cualquier otro cementerio". Bajo este argumento, señalaron que la competencia para trasladar cuerpos "corresponde a la Comunidad de Madrid o al Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial", según defendió el diputado Jorge Fernández.

Pinyol se mostró esperanzado tras conocer el acuerdo. "Es de justicia que sea el Estado el que pague la exhumación, puesto que fue un Gobierno el que profanó la tumba de mi abuelo en Lleida", recordó. Ahora espera que la aceptación del Ejecutivo del mandato del Congreso incluya la identificación genética de los restos. El Gobierno asumirá esta petición siempre que sea a través de la subvención económica de algún proyecto.

"Es posible que los huesos estén muy deteriorados. Alguno dirá que ha pasado mucho tiempo y que no tiene sentido moverlo, pero lo mismo sirve para preguntarse por qué alguien lo sacó de la fosa 26 años después de enterrarlo", reflexiona Pinyol.

El diputado Joan Herrera argumentó su proposición no de ley girando en torno al sufrimiento de los descendientes. "La viuda de Colom acudió a la fosa a recuperar el cuerpo y alguien le dijo que estaba debajo de otros restos y que sería inútil buscarlo. Imaginad el sufrimiento de esa mujer que ponía flores en un cementerio donde no estaba su marido", relataba.

El "Omaha Beach" madrileño, según los conservadores

El diputado del PP destacó que el Valle de los Caídos es un "lugar de culto, mitad basílica, mitad cementerio, similar a lo que puede ser el cementerio de Omaha Beach" en Normandía. Argumento tan peregrino no ofendió a Pinyol, que se limitó a reflexionar: "Era previsible". El PP defendió que la idea original del Gobierno franquista era avisar a las familias del traslado y, según ellos, así se hizo.

La investigación realizada por Pinyol señala justo lo contrario. Según los documentos que se conservan en el archivo histórico de Lleida, las órdenes que el Gobierno envió a los ayuntamientos y Gobiernos civiles sí decían que se avisara a las familias. Pero se produjo un suceso inesperado.Algunas familias franquistas, como la del candidato de la CEDA asesinado en 1936 José Calvo Sotelo, el catedrático Arturo Soria o víctimas de Paracuellos del Jarama se negaron al traslado de sus cuerpos.

"Eso debió trastocar los planes y decidieron tirar de los republicanos", interpreta Pinyol, que llevó su caso a un juzgado de San Lorenzo de El Escorial junto con Fausto Canales, hijo de otro fusilado cuya fosa fue profanada para la inauguración del monumento, en 1959. Canales intentó exhumar en 2000 en un pueblo de Valladolid los restos de su padre y encontró sólo restos que los franquistas se dejaron en el traslado del cuerpo.

El Gobierno acató lo acordado en la comisión constitucional y debe ahora redactar, en un plazo máximo de seis meses, un censo de las víctimas que fueron trasladadas a Cuelgamuros. El 65% de los traslados se produjo antes de 1964 y el resto fueron produciéndose hasta 1983. El Gobierno de Felipe González decidió interrumpir el goteo de traslados con un acuerdo firmado entre Patrimonio Nacional y la abadía benedictina que gestiona el Valle de los Caídos.

Fuente: publico.es