jueves, 30 de julio de 2009

Ocho de cada diez víctimas del franquismo fueron 'paseadas'

José Nores Rodríguez, 'paseado' y desaparecido en agosto de 1936. FONDO NORES SOLIÑO

Un estudio realizado en Galicia refleja que la mayoría de los 5.561 asesinados del 36 al 39 no fueron sometidos a juicio

Ocho de cada diez víctimas de la represión franquista en Galicia fueron paseadas. Sólo entre 1936 y 1939, se registraron 4.447 muertes extrajudiciales, frente a las 1.087 penas de muerte ejecutadas.

Son datos del proyecto interuniversitario As vítimas, os nomes, as voces e os lugares(patrocinado por la Xunta y realizado por la Universidad de Santiago de Compostela en colaboración con las de A Coruña y Vigo), que ha contabilizado 5.561 personas represaliadas que terminaron perdiendo la vida en la comunidad autónoma gallega.

Sus nombres y apellidos pueden ser consultados en Nomes e Voces, una web que permite la búsqueda de miles de represaliados. De los que resultaron muertos, un 81% no fueron sometidos a proceso judicial alguno. Se entiende, pues, que las causas de su fallecimiento fueron los "paseos, ejecuciones sin apertura de causa, muertes en tiroteos y en prisión".

El 99,2% de los condenados a muerte fueron hombres, una cifra que baja hasta el 97,3% en el caso de las muertes extrajudiciales. En este sentido, la represión bajo cuerda se cobró más víctimas entre las mujeres que la oficial.

El perfil de los fallecidos, según se desprende del informe (pdf) dirigido por el investigador de la Universidad de Santiago de Compostela Lourenzo Fernández Prieto, podría ser el siguiente: joven, de clase obrera y popular, residente en A Coruña, Ferrol y Vigo, asesinado en el primer año de la contienda y de sexo masculino.

Los datos de las víctimas están, según los autores del estudio, "criticados, cruzados entre diferentes fuentes y sometidos a una contrastación que no siempre es sencilla". Para la elaboración del informe y la base de datos, se consultaron 2.608 expedientes de procesos judiciales, registros civiles de 310 ayuntamientos y 52 trabajos de varios autores. También se realizaron 403 entrevistas y, más adelante, accederán a 68 archivos parroquiales.

Las familias de las víctimas pueden buscar a los suyos aquí. Además del nombre, figura su origen, fecha de nacimiento, profesión, gremio o sindicato al que estaba afiliado, proceso al que fue sometido, así como el día y lugar de su muerte.

Fuente: público.es

"La justicia se ha quitado la careta con Garzón"

Francisco Espinosa acaba de llevar a las librerías la investigación Callar al mensajero (Península).

El autor de ‘Callar al mensajero' cree que el "núcleo conservador" de la justicia frena cualquier intento de deslegitimar el franquismo

Tras reconstruir en sus obras el avance del bando nacional y la represión en Huelva, Sevilla y Badajoz, el historiador Francisco Espinosa lleva a las librerías Callar al mensajero (Península), donde documenta 12 casos de víctimas del franquismo, testigos, documentalistas o historiadores cuyas voces fueron silenciadas en plena democracia, en ocasiones con la complicidad del Estado.

¿Sigue habiendo tabúes sobre la represión?

Sí, pero se han roto muchos. Ya desde ante del inicio del movimiento de memoria, hubo desde los 80 varias investigaciones importantísimas, porque constituían el acta de desaparición del abuelo, el padre...

¿Garzón quiso entrar en un jardín prohibido?

Es evidente. Pero su intento tiene un mérito: puso en términos jurídicos lo que estaba dicho en palabras de historia sobre lo ocurrido tras el 18 de julio. La justicia se ha quitado la careta, como cada vez que ha hecho falta. Ya lo hizo con Ruiz Vergara [autor de la película Rocío, censurada por el Supremo en el 84]. Entonces era abiertamente franquista. Ahora, aunque disimulado, tiene un núcleo conservador.

¿Hay miedo en la derecha a deslegitimar el franquismo?

La derecha española no puede ser como la alemana porque tiene conciencia de ganadora. A diferencia de Alemania, Italia o Austria, en España el fascismo ganó y se perpetuó, controlando la transición mediante el ejército. Aquí se ha logrado evitar que Garzón demostrase la criminalidad del franquismo con la lógica jurídica.

¿Cree que no hubo un cambio democrático real?

¿Cuándo? Franco murió en el 75. ¿Fue entonces, o en el 78? ¿Fue con la Constitución, con el harakiri de las Cortes? No hay punto de cambio. La gente se quita la camisa azul, se pone la otra y se presenta como demócrata de toda la vida.

¿Lo atribuye al vínculo familiar de la clase política con el franquismo?

Pero eso pasa a todos los niveles, y mientras a un nivel más alto te muevas, más. ¿Quién estudiaba en España? La mayoría era de familia burguesa, es de cajón. Mira la judicatura. La mayoría, incluso de los que hemos investigado la represión, somos de familias de derechas. Incluso los jueces progresistas lo son. Se puede saltar ese condicionante.

¿Ha hecho mella en la percepción de la historia el repunte del revisionismo?

No sé dónde hubiera llegado si el PP gana en 2004, porque tras los primeros síntomas a finales de los 90, en 2000 se quitaron la careta con una recuperación del franquismo y una crítica absoluta de la experiencia democrática republicana, sirviéndose de propagandistas como Pío Moa o César Vidal.

¿Qué supondría una sentencia en Estrasburgo favorable a la familia de Luis Dorado Luque?

Sería muy importante y abriría nuevas puertas. Es algo que se puede conseguir en cualquier momento, o también que no se consiga nunca. Pasa como con la inhibición de Garzón, que a mí me parece fatal, pero
que puede hacer que hayas jueces que abran otras vías.

¿Qué suscita su interés por las voces acalladas, recogido en Callar al mensajero?

Es algo que conocemos de sobra los investigadores. Recuerdo el impacto que produjo la película Rocío, de Fernando Ruiz Vergara. La pantalla se quedaba en negro varias veces por una sentencia de 1984 Supremo que obligaba a suprimir las partes en que se identificaba a José María Reales, con nombres y apellidos, como el principal represor en Almonte. En cuanto empezó a circular, su familia, de terratenientes, lo cortó.

La película se exhibió otra vez en Huelva en 2005.

Pero no íntegra. Le hacíamos un homenaje a Ruiz Vergara, que traía las dos versiones: la original y la otra. La hermandad del Rocío y el Partido Andalucista empezaron a movilizarse en contra. Los medios le ponían el micrófono a la familia Reales, clientes de El Monte, en cuya sala se iba a exhibir la película.

Usted tuvo problemas para presentar La justicia de Queipo en Sevilla. ¿Hubo ocultación?

Hubo un deseo de no presentarlo. Fue un libro que hice con materiales del archivo militar, abierto en el 97. Los pocos historiadores que entramos vimos que lo que había era impresionante. Por entonces, el archivo no ponía trabas de acceso, algo impensable. Cuando lo leíamos entonces, pensábamos: Esto nunca va a salir. Al final busqué una imprenta y lo edité yo mismo. Para presentarlo, contacté con la Casa de la Provincia [Diputación]. Primero parecía que sí, pero al final lo leerían y no les haría gracia, supongo. Empezaron a darme largas. Y no se presentó. En 2006 lo recuperó Crítica.

¿Existe suficiente libertad de acceso a los archivos?

Se ha abierto mucho, pero falta una política archivística racional. Cuando incorporaron archivos militares a la estructura civil, permitieron que los siguieran controlando los militares. Sigues dependiendo de ellos.

¿La Iglesia ha aportado su información disponible?

Por la Ley de Patrimonio Documental, debería. Pero hay un problema: la documentación la controlan y catalogan ellos, y no personal del Cuerpo de Archiveros del Estado, que para eso está. De la otra forma, cuando hay un papel delicado, lo ponen en la caja B. O lo pueden quemar perfectamente.

Queda poco para que desaparezca la generación que vivió la guerra. ¿Qué supone eso para España?

Es una pérdida de memoria absoluta. La actitud del poder durante los años 80 y 90 ha sido fundamental para tapar su testimonio. Había mucha gente que tenía escritas memorias, pero las tiraron al ver que el tema no interesaba. Da la impresión de que la Ley de Memoria Histórica se hizo para cerrar el tema. No se tocaron los aspectos básicos, como que el Estado asuma las exhumaciones.

Fuente: Público.es

lunes, 20 de julio de 2009

Exhumados 45 cuerpos de la fosa de Milagros

Fosa de Milagros (Burgos) - EFE
Los restos de dos adolescentes, entre los asesinados en Aranda del Duero (Burgos).

La exhumación de la fosa común de Milagros (Burgos) ha permitido recuperar los cuerpos de 45 hombres, todos militantes de izquierdas, sindicalistas o cargos públicos municipales de la comarca de Aranda del Duero. Entre los cadávares, dos corresponden a sendos adolescentes, de 16 y 17 años, según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

"Ver fosas como la de Milagros recuerda lo canallesco de algunas personas, que no tenían escrúpulos ni vergüenza", sentenció el presidente de la Asociación de Víctimas y Represaliados del Franquismo, Gervasio Puerta, de 88 años, quien ayer visitó la zanja. Voluntarios de la asociación y de Psicólogos Sin Fronteras atendieron durante toda la jornada a varios familiares que se acercaron a la fosa. El equipo de la investigación, compuesto por una veintena de arqueólogos, médicos y antropólogos forenses, ha llevado a cabo la exhumación completa de la tumba en apenas una semana.

Por otra parte, el Ayuntamiento de La Orotava (Tenerife), dioeste sábado por finalizada la retirada de los símbolos franquistas con los cambios de nominación de algunas calles. El pleno municipal celebrado en junio aprobó, por unanimidad de todos los grupos, modificar la denominación de las dos últimas zonas con nombres alusivos a la dictadura de Franco. Y hace dos días, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife acordó retirar las distinciones concedidas por el Consistorio de la ciudad al dictador.

publico.es

viernes, 17 de julio de 2009

Gervasio Puerta. Acto Sueños de Libertad, una aportación a la memoria histórica.


Gervasio Puerta, Presidente de la Asociación de Expresos y Represaliados Políticos Antifranquistas, Acto Sueños de Libertad, una aportación a la memoria histórica. ASPA Alcobendas.

Exposición fotográfica. Acto Sueños de Libertad, una aportación a la memoria histórica.


Exposición fotográfica. Asociación de Expresos y Represaliados Políticos Antifranquistas, Acto Sueños de Libertad, una aportación a la memoria histórica. ASPA Alcobendas.

Acto Sueños de Libertad, una aportación a la memoria histórica.


Asociación de Expresos y Represaliados Políticos Antifranquistas, Acto Sueños de Libertad, una aportación a la memoria histórica. ASPA Alcobendas.

Infantilizados o ancianizados

A una gran parte de la población mundial la verdad ha dejado de importarle. De hecho ha elegido no verla aunque se la pongan delante, si no le conviene. Ha decidido de antemano cómo quiere que sean las cosas, y niega cuanto no le gusta o le molesta.
Se ha escrito ya mucho acerca de la actitud del electorado de derechas en las aún no lejanas elecciones europeas. En aquellas Comunidades Autónomas en las que hay dirigentes del Partido Popular más o menos involucrados en tramas de corrupción, o sospechosos de ello, ese partido ha mejorado sus resultados de manera notable, como si, en lugar de castigarlo por el insoportable tufo a podrido, los votantes hubieran decidido recompensarlo. Como si, en vez de indignarse con quienes han cometido abusos de poder o parecen haberlo hecho, con quienes han utilizado sus cargos para enriquecerse o se han apropiado directamente de dinero de los contribuyentes, la furia se hubiera volcado con quienes han descubierto el pastel, han investigado los posibles apaños y cohechos y han alzado el dedo acusador contra los presuntos ladrones y estafadores. Es cierto que hay un elemento sorprendente en esta actitud, o que al menos lo habría sido hace no demasiados años, y no conviene pasarlo por alto.
¿Qué significaría esto? ¿Que a los votantes del PP les parecen bien la corrupción, el soborno y el latrocinio disimulado? ¿Que, si no bien, les parecen normales en política, una especie de "impuesto bajo mano" que nos cobran quienes nos gobiernan? ¿Que, por lo tanto, cada uno de esos electores obraría de la misma forma -corruptamente- de tener un cargo en un ayuntamiento, una diputación, una Junta, una Generalitat o el Gobierno central? ¿Significaría que cuantos han votado al PP, al menos en sitios como Madrid o Valencia, son timadores en potencia, puesto que aplauden y dan el beneplácito a quienes tienen todas las trazas de serlo? ¿Que son gente intrínsecamente inmoral, y que en el fondo envidian a los listillos que han sabido aprovecharse de la política para engañar, rapiñar, colocar a parientes y hacer y recibir favores ilícitos o en todo caso sucios, muy sucios? ¿Que una considerable parte de los españoles son aspirantes a ladrones y admiran y premian a quienes ya han alcanzado esa meta?
De ser esto así, resultaría que vivimos rodeados de individuos que, si creyeran contar con altas probabilidades de impunidad, nos levantarían la cartera al menor descuido, aunque nos hubiéramos portado bien con ellos y no les hubiéramos hecho nada. Estaríamos en una sociedad llena de chorizos vocacionales, lo cual sería muy preocupante y grave hasta la médula. Yo no lo descarto, y además incluiría entre ellos a numerosos votantes de otros partidos: pertenezcan al que pertenezcan los alcaldes y concejales a los que en cualquier localidad se acusa de corrupción, la reacción de los vecinos suele ser de apoyo incondicional al encausado -o ya condenado- y de ira contra el fiscal, juez, periodista o policía que hayan destapado el caso. Una de las argumentaciones más frecuentes para explicar este comportamiento es que dichos alcaldes o concejales "han traído riqueza al lugar", sin que a casi nadie le importen los orígenes ni el modo de conseguir esa riqueza, si es legal o ilegal, si con ello se han destruido monumentos o paisajes históricos, si el "enriquecedor" ha arramblado por el camino con parte del dinero de los "enriquecidos", que también serían, por lo tanto, estafados.
Cuando lo propio está en juego, qué más dan las banderías, esto se sabe. Pero lo propio no siempre está en juego, por fortuna, y aun así se vota al corrupto cuyas actuaciones no nos benefician personalmente. Creo que el motivo por el que esto sucede es aún más grave que si se debiera a la proliferación de chorizos vocacionales, y que está muy extendido, más allá de nuestras fronteras y desde hace tiempo. Si recuerdan el juicio a O J Simpson, el famoso jugador de fútbol americano que tenía toda la pinta de haber asesinado a su mujer y al amante de ésta, a la mayoría de la gente de su raza -negra- le traía sin cuidado saber si era o no culpable. Deseaba que fuera exonerado simplemente porque era negro. Y no han sido pocas las ocasiones en que las feministas más brutas y antediluvianas han "exigido" la condena de un acusado de violación, aunque no hubiera pruebas contra él y sí hubiera llamativos indicios de que la acusación era falsa. Con demasiada frecuencia la cuestión es ya sólo "que gane el mío", sea por negro, por mujer, por blanco, por varón, por derechista o izquierdista. A una gran parte de la población mundial la verdad ha dejado de importarle. De hecho ha elegido no verla aunque se la pongan delante, si no le conviene. Ha decidido de antemano cómo quiere que sean las cosas, y niega cuanto no le gusta o le molesta. Vivimos cada vez más en un mundo en el que la gente no soporta lo que le desagrada, ni lo que le crea dudas, ni lo que la obliga a retractarse o a reconocer que se ha equivocado. Es lo propio de muchos niños y de muchos ancianos: niegan la realidad adversa y prefieren no enterarse. Aún es más: precisamente para contentarlos y no darles disgustos, los adultos tienden a ocultarles las malas noticias y a engañarlos. Para los políticos no existe nada mejor ni más cómodo que esto: un electorado infantilizado o ancianizado, que pide a gritos que se le mienta y anuncia que se creerá las mentiras.

Javier Marías, EPS

Enviar www.attacmadrid.org

miércoles, 8 de julio de 2009

Entrevista Valle de los Caidos

Crisis económica, crisis moral

Solamente recuperando principios éticos y morales podremos salir de esta crisis. Solamente si se recompone el tejido social, la lucha colectiva, la solidaridad con los más débiles, podremos recomponer la situación.

En psicología sabemos que cuando, en cualquier esfera del comportamiento, el sujeto no tiene o pierde la noción de lo que es justo, adecuado, aparecen lo que suele considerarse como conductas patológicas. Cuando damos por bueno que el marido insulte o menosprecie a la mujer, acabamos considerando la violencia de género como normal y la conducta patológica tiende a instalarse. Cuando dejamos que el adolescente grite a su madre, no estudie ni trabaje, consiga dinero para salir toda la noche, vuelva bebido, etc., estamos favoreciendo la aparición de comportamientos psicopáticos.

Creo que es lo que ha sucedido con la actual crisis económica. En esta nuestra sociedad global y globalizada, llevamos muchos años dando por buenas situaciones totalmente inmorales, ilógicas e intolerables desde cualquier pensamiento normal. Y ahora nos sorprende el estallido de la crisis. Durante demasiado tiempo hemos asistido pasivamente, con sólo las reacciones de pequeñas minorías, a un sin fin de despropósitos, totalmente inviables, que se han normalizado y nos han conducido, a lo que podríamos llamar “la patología de la Economía”

Pero no se trata solamente de patología. Se trata, básicamente, de inmoralidad, de premeditación y alevosía. Yo no me puedo creer que personas importantes, ejecutivos y directivos de grandes financieras, bancos y agencias, dirigentes políticos, grandes empresarios, economistas letrados e intelectuales varios, no supieran lo que la gente normal y corriente sabe: que uno no puede gastar más de lo que tiene.

Es evidente que lo que pasó tenía que pasar. Era irremediable. La situación era insostenible. Pero nadie dijo nada. Lo terrible es que todo ello era controlable, pero nadie puso el freno: ni los organismos privados (bancos, financieras, constructoras, empresas), ni los “grandes intelectuales” (economistas, tertulianos, ensayistas), ni los cargos públicos (políticos de todas las administraciones y de todos los países). ¿No es un acto grave de irresponsabilidad e inmoralidad saberlo y no pararlo? (Y si no lo sabían, mucho peor, pues significaría que estamos gobernados por personas ignorantes e incompetentes).

Por qué, pues, se permitió llegar al estado actual? Pues porque los que tenían la responsabilidad de decirlo y pararlo eran los mismos que lo provocaron. Sabían que pasaría, pero también sabían que a “ellos” no les afectaría: todos los que se enriquecieron a partir de la indecencia y la inmoralidad, tenían sus ganancias a buen recaudo, sus sueldos asegurados y sus contratos blindados. Sabían también, y esto es lo más terrible, que quien iba a pagar la crisis serían los de siempre: los pobres y desgraciados que iban a ser mucho más pobres y mucho más desgraciados, pero, ¿esto qué importa?. Una vez aceptada la inmoralidad de los últimos 15 años, en la que los sueldos de ejecutivos, banqueros, empresarios y políticos son indecentemente superiores que los trabajadores y trabajadoras, ¿qué importaba un poco más de indecencia?

Y el resto de los mortales? Por qué se consiguió tapar la boca a todos los que no se beneficiaron de esta gran estafa y ahora van a pagar los platos rotos? ¿Cómo se pudieron silenciar tantas voces críticas? ¿Cuál fue la anestesia que utilizaron para poder seguir con esta farsa?

Por qué aceptamos un crecimiento económico impresionante con un estancamiento de los salarios? Como pensamos que podríamos vivir siempre con bajos salarios pero con un consumo desenfrenado? ¿Cómo nadie puso el grito en el cielo con la construcción desmesurada y el aumento desorbitado del precio de la vivienda? ¿Cómo asistimos impertérritos ante la muerte terrible en el mar de los africanos y africanas en busca de una vida digna? ¿Cómo dejamos que se diera trabajo a los inmigrantes, pero al mismo tiempo se les negaran los papeles? ¿Cómo se puede estimular la formación cuando los empresarios daban trabajos precarios a los universitarios? ¿Como permitimos unas leyes que dejaban totalmente desprotegidos a los trabajadores y trabajadoras? ¿Cómo aceptamos que la política, de derechas y de izquierdas, se hubiera convertido en una gran multinacional en donde lo único que importaba (y lo único que importa) es el beneficio personal? ¿Cómo nadie dijo nada ante la abdicación de sus obligaciones y principios más sagrados de los sindicatos y partidos de izquierda? ¿Cómo se pensó que podríamos vivir con unos horarios laborales imposibles de conciliar con una vida afectiva y el cuidado de los hijos e hijas?

Que los que se beneficiaban de todo ello continuaran aprovechándose, no es ninguna novedad: esto es, a fin de cuentas, el capitalismo. La novedad es que consiguieron acallar a todos los demás. Consiguieron engañar a los más débiles prometiendo mejoras ilimitadas. Consiguieron callar todas las voces críticas y lúcidas que, aunque de manera muy minoritaria, intentaban denunciar la situación y su inviabilidad (¡hace ya mucho tiempo, que los llamados “antiglobalizadores”, estos jóvenes tachados de violentos, denunciaban lo que ahora todo el mundo acepta!). Consiguieron erradicar todos los valores que había elaborado el pensamiento de las izquierdas y que había hecho posible las redes sociales y las luchas populares: la solidaridad, la indignación ante la injusticia, la honestidad, el anhelo de igualdad. Consiguieron estimular los más bajos instintos: la codicia, el individualismo, la competitividad, la amoralidad, la indiferencia ante el dolor ajeno, el enriquecimiento ilícito. Los poderosos dieron un gran ejemplo haciendo del robo a gran escala una forma de triunfar y de la mentira continuada una forma de prestigio.

Pero, sobre todo, consiguieron desorganizar a la sociedad. Consiguieron romper los lazos que hacían posible las luchas. Compraron sindicatos y partidos, cooptaron líderes y se apropiaron de la información y de la educación: reformas educativas cuyo único fin es la escuela domesticadora, domesticada y privatizada. (¿Quien cambiará el mundo si en ningún lugar enseñamos a hacerlo?)

Y las consecuencias están ya ahí: más represión contra los inmigrantes, leyes más duras e injustas para los que no consiguieron papeles, millones de personas sin trabajo, familias expulsadas de sus viviendas por no poder afrontar las hipotecas… mientras el dinero público va a los bolsillos de los mismo de siempre y las ganancias desorbitadas de estos últimos años continúan a buen recaudo en paraísos fiscales.

Solamente recuperando principios éticos y morales podremos salir de esta crisis. Solamente si se recompone el tejido social, la lucha colectiva, la solidaridad con los más débiles, podremos recomponer la situación. Solamente con un “cambio de modelo”, tanto económico, como político, podremos organizar una economía viable y sostenible. No vamos a salir de la crisis insistiendo en las mismas fórmulas que nos han llevado a ella. No es dando más dinero a los bancos y a las empresas, los mismos que nos llevaron a la bancarrota, como vamos a solucionar el problema. No es bajando los sueldos de los trabajadores, disminuyendo las pensiones o bajando los impuestos a los más ricos, como vamos a recuperar un nivel de vida aceptable, sino tod lo contrario: subiendo los sueldos, y aumentando los impuestos de las rentas altas. No es privatizando los servicios públicos como vamos a mejorarlos, sino invirtiendo más en ellos, creando más empleo público y gestionando democrática y públicamente los centros educativos y de salud. No es estimulando el consumo como vamos a crear puestos de trabajo, sino repartiendo el trabajo necesario y disminuyendo el consumo innecesario. No es liberalizando más las leyes laborales como vamos a reflotar empresas, sino repartiendo mejor la riqueza y produciendo aquello que es imprescindible. Ni la naturaleza es infinita ni el consumo puede crecer infinitamente.

El crecimiento constante es una mentira: unos crecen a costa de muchos otros. Por lo tanto, la fórmula es errónea, inmoral e inviable. Y como decía muy bien Galeano: “Lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible”. Es evidente que hay que cambiarlo, pero para ello, hay que recuperar fuerza, organización y movilización. Hay que recuperar la discusión ideológica y política, la formación y la educación, y, por encima de todo, hay que recuperar la moralidad. ¿Por donde empezamos?


Psicóloga. Profesora. Portavoz del sindicato USTEC·STEs. Miembro de FARGA


Rosa Cañadell, El Viejo Topo